jueves, 15 de noviembre de 2012

El derrumbe de un Socialismo que no era el nuestro


El derrumbe de un Socialismo que no era el nuestro

Daniel Martínez Cunill
Palabras en la presentación del libro
“La Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética
 México D.F. 14 de Noviembre de 2012

Comenzaré por decir que la frase que inspira el título de estas líneas corresponde a Eduardo Galeano. En sus primeros comentarios sobre la caída de la URSS y el triunfalismo occidental que declaraba el fin de la Historia, decía Galeano: “Nos están invitando al funeral de un socialismo que no es el nuestro, el mío no ha muerto”.
Más adelante Galeano, así como Michael Lowy entre otros, sostuvieron que no puede morir lo que no ha nacido todavía. En un luminoso texto llamado Un niño perdido en la intemperie, Galeano sostiene que “...el socialismo no murió, porque todavía no era” y agrega: “...hoy es el primer día de la larga vida que tiene por vivir”.
Creo que esta constatación puede ser un buen punto de partida para comentar, con esperanzas de algo mejor, este libro de Ocean Sur, “La Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviéticae; margin-bottom: 6.75pt; mso-line-height-alt: 13.5pt; text-align: justify;"> Llevamos nuestra audacia hasta ponerlo por escrito en una publicación de circulación restringida, lo que nos costó una reprimenda del entonces Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, que nos envió como sanción a una entrevista con el agregado político de la Embajada de la RDA en Managua. Allí el funcionario alemán nos demostró de manera pedagógica que era “científicamente imposible” que el Muro de Berlín se derrumbara.
Regresamos ael gobierno sandinista. En nuestro colectivo analizábamos las noticias que llegaban de la República Democrática Alemana. Nos alarmaba la creciente posibilidad de la caída del Muro de Berlín y las consecuencias que esto podía traer.
Llevamos nuestra audacia hasta ponerlo por escrito en una publicación de circulación restringida, lo que nos costó una reprimenda del entonces Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, que nos envió como sanción a una entrevista con el agregado político de la Embajada de la RDA en Managua. Allí el funcionario alemán nos demostró de manera pedagógica que era “científicamente imposible” que el Muro de Berlín se derrumbara.
Regresamos a la oficina, regañados pero escépticos.
La realidad, tan necia ella, quiso que las cosas tomaran una velocidad impresionante y ya el 9 de noviembre madrugamos recibiendo las dramáticas imágenes de los berlineses de ambos lados que se saludaban eufóricos y destrozaban restos del muro.
No nos detuvimos en la satisfacción del ego intelectual por haber acertado en el pronóstico, ya que los imperativos eran otros. Era evidente que el oleaje que levantaba ese quiebre histórico llegaría hasta las costas de la Revolución Sandinista, que cumplía una década de enfrentarse con EEUU en defensa de su proyecto.
Los desafíos eran muchos porque, si bien el FSLN nunca había reivindicado la revolución nicaragüense como una revolución socialista, su proceso de liberación nacional era antimperialista y su política exterior la vinculaba estrechamente a la URSS, a Cuba y al campo socialista. Estábamos pues en el campo de los derrotados y en guerra con los mercenarios de EEUU.
Pienso que desde ese momento comenzamos a entender por lo menos tres cosas:
1.   Teníamos una orfandad ideológica y un atraso en la reflexión en cuanto al tipo de socialismo al que aspirábamos
2.   El cordón umbilical que unía a las revoluciones latinoamericanas y caribeñas con el socialismo derivado de la Unión Soviética caía por su propio peso más que por una decisión racional
3.   Junto a las acciones materiales y políticas inmediatas que el momento imponía, era urgente repensar las bases ideológicas de la izquierda
Es mi opinión que la Revolución Popular Sandinista no estuvo a la altura del desafío y que, inmersa en la inmediatez de resolver a su favor la guerra, careció de visión estratégica, no atendió las señales de alarma que llegaban desde Europa del Este y no destinó tiempo a analizar que el proceso revolucionario centroamericano se inscribía en los parámetros de la Guerra Fría.
Esto vendría a ratificarse dramáticamente en febrero de 1990 cuando las elecciones presidenciales, adelantadas por el propio gobierno sandinista, terminaron en una derrota electoral y en el extravío político/ideológico de sus dirigentes. El dogma de que las revoluciones sociales son irreversibles quedó, ahora sí, científicamente relativizado. Quedaba pendiente analizar si eso le ocurre a cualquier revolución o a aquellas que por carecer de sustento ideológico socialista, desarrollan debilidades y permiten flaquezas que hacen posible la reversión.
Por cierto, pienso que hasta el día de hoy no ha habido una autocrítica seria de parte de los dirigentes sandinistas al respecto. Con todo respeto por los autores del libro que hoy presentamos, el trabajo sobre Nicaragua en esta compilación está muy lejos de ser una contribución para comprender el impacto del derrumbe de la URSS en el sandinismo.  Parece que la capacidad de autoelogio es más fuerte que la autocrítica en la cúpula sandinista.
El aciago 25 de diciembre de 1991 me encontró en Brazzaville, capital del Congo, donde me tocó mirar por televisión las imágenes de las estatuas de Lenin cayendo derribadas por ciudadanos rusos y no pude evitar el recuerdo de la estatua de Somoza cayendo en Managua, derribada por ciudadanos nicaragüenses apenas doce años atrás.
Parece que los simbolismos gozan de una extensa pluralidad y que los pueblos tienen una especial energía para manifestar su ira, emprendiéndola contra los monumentos representativos de lo que rechazan. Pero yo no llamaría a levantar nuevas estatuas, llamaría a levantar los principios ideológicos y la dignidad del socialismo.
El socialismo latinoamericano debe oler a guayaba y a café recién colado
Así como lo hizo en su momento en sus textos.
Para quienes nos acercamos al marxismo y al leninismo a partir de la Revolución Cubana, nos servían mucho las formulaciones teóricas que hiciera el Che, quien apuntaba: “Debemos considerar .... que no estamos frente al período de la transición puro, tal como lo viera Marx en la Crítica al Programa de Gotha, sino ante una nueva fase no prevista por él,...”(1)
Esos acercamientos ya nos daban una idea de lo que sería - o podría ser - una nueva oleada del socialismo en América Latina. La anterior, ya muy fuerte, pertenecía a la camada de los partidos comunistas, crecida y amamantada por la Unión Soviética.
El Che también ponía énfasis en  que en estos países “...no se ha producido todavía una educación completa para el trabajo social y la riqueza dista de estar al alcance de las masas mediante el simple proceso de apropiación…”(2).
Pero incluso escarbando un poquito en los textos clásicos sobre la experiencia soviética se constataba que esta situación ya la había enfrentado Lenin en Rusia.
Lenin era defensor de aprovechar la situación revolucionaria en Rusia, para tomar el poder y “conquistar para sí condiciones no del todo habituales para el ulterior incremento de la civilización” (3) y enfatizaba “Para implantar el socialismo -decís- hace falta cultura. Perfectamente. Pero, entonces ¿por qué no habíamos de crear primero en nuestro país premisas culturales como la expulsión de los terratenientes y de capitalistas rusos y, después, iniciar ya el movimiento hacia el socialismo?”(4)
Lenin entendía la situación Rusa como una situación peculiar que no se correspondía necesariamente con el contexto propuesto por Marx para el triunfo del socialismo. Es por ello que insiste en la «Inspección Obrera y Campesina» para impulsar los cambios de un aparato estatal que no responde a las urgencias de la naciente República Soviética (5), en el trabajo de formación cultural que había que desarrollar con las masas atrasadas del pueblo (6) y en tomar las experiencias de avanzada de los países capitalistas. (7)
El Che era un estudioso de la obra de Lenin y de las experiencias de la construcción socialista en los países del llamado campo socialista, El abordaje del Che para el caso cubano es similar al de Lenin. Es por ello que el comandante Guevara hace de la formación de conciencia en la masa del pueblo el eje central de la actividad ideológica de la revolución socialista.
En diversos escritos el Che entiende el socialismo como un fenómeno de conciencia y no solamente un fenómeno de producción, y repite una y otra vez que no se puede alcanzar el comunismo por la simple acumulación mecánica de cantidades de productos puestos a disposición del pueblo. Pero además sostiene que lo que Marx define como el comunismo, no se puede alcanzar si el hombre no es consciente, es decir, si no tiene una conciencia nueva frente a la sociedad.


Podemos afirmar que ante condiciones distintas a las previstas para la construcción del socialismo, tanto en la URSS como en la Cuba de Fidel y el Che se plantearon el desafío de crear y adaptarse a las circunstancias reales de cada caso.
Desde luego ni Lenin ni el Che plantearon que el socialismo debería oler a guayaba o a café, esas son herejías mías, pero con ello quiero graficar la necesidad de adecuar lo nuestro sin traicionar la ideología. Es decir, tomar lo esencial del pensamiento socialista y adaptarlo a las realidades y condiciones objetivas de cada país y el grado de desarrollo subjetivo en que emprende la construcción de una nueva sociedad.
¿Cuantos de nuestros países, según las propias expresiones de Lenin, no han alcanzado las cotas de civilización necesarias para el socialismo? ¿Cuantos de nuestros países viven hoy bajo formas de dominación en las que la propuesta ideológico/económica del neoliberalismo decreta como fracasadas y muertas las ideas socialistas?
Probablemente todos, a excepción de Cuba, lo que nos lleva de regreso al libro que hoy presentamos y reitera la importancia de analizar cada caso para diagnosticar constantes válidas para todas las experiencias y asimismo el valor de respetar las especificidades de cada izquierda.

Otra Izquierda latinoamericana es posible
Para analizar todo el libro que presentamos harían falta muchas horas de debate.
Por razones de tiempo entonces y para no hablar de autores que no están en condiciones de responder a nuestras opiniones, abordaré algunos aspectos del trabajo de Roberto Regalado, porque Cuba es referente obligado del Socialismo en el Continente y por sus posibilidades de extrapolación a otros casos. Me referiré también a una parte sustantiva del trabajo de Gilberto López y Rivas.
Cabe reconocer aquí que cuando en los años 70s nos decían marxistas-leninistas sentíamos la fuerza de los adjetivos como un epíteto. En cambio, cuando nos decían castristas lo tomábamos como un halago y nos llenaba de orgullo ser identificados con la inmensa figura de Fidel.
Analizando las etapas dice Regalado (pag 77): “Un tercer elemento acumulativo que ayuda a crear las condiciones para el cierre de la etapa histórica abierta por la Revolución Cubana, es el hecho de que todos los movimientos y procesos de orientación popular posteriores a ella, tanto los de naturaleza reformista como revolucionaria, fueron derrotados u obligados a aceptar soluciones negociadas que presuponían asumir el compromiso de funcionar dentro de la institucionalidad democrático burguesa, sistema político que gran parte de ellos se había propuesto sustituir por un sistema socialista.
Entre los factores que inciden en que la teoría de la revolución de Fidel y el Che no tuvieran el resultado que sus creadores esperaban, resaltan: 1) la violencia contrarrevolucionaria y contrainsurgente desatada por el imperialismo en sus dos vertientes, la empleada para bloquear, aislar y estigmatizar a Cuba, y la utilizada para aniquilar a los movimientos revolucionarios del resto de la región; 2) las debilidades, errores e insuficiencias de las fuerzas revolucionarias, incluidas las pugnas que impidieron su unidad; 3) la extrapolación de la estrategia y la táctica victoriosas  en Cuba a naciones con condiciones y características económicas, políticas y sociales muy diferentes, incluidas las dimensiones étnica y cultural, y 4) el cambio en la correlación mundial de fuerzas, que en América Latina repercute a partir de la proclamación de la política de nueva mentalidad de Mijaíl Gorbachov, en particular, mediante las presiones que la dirección soviética ejerció sobre el Gobierno Revolucionario de Nicaragua para que concluyese, a cualquier costo, un acuerdo político que pusiera fin a la agresión del Imperialismo.
Esta presión no sólo hizo mella en Nicaragua, sino también tuvo un impacto indirecto que frenó la ola revolucionaria que apuntaba a promisorios resultados en El Salvador y, en menor medida, en Guatemala, cuando Centroamérica era el vórtice de la revolución latinoamericana.”

Por su parte, identificando problemas de la izquierda mexicana, señala López y Rivas (pags 104 y 105) “1. Vínculos muy débiles con los movimientos políticos y sociales. Un breve recuento de acontecimientos que de alguna u otra forma tuvieron una repercusión política importante en la vida de nuestros países, dan cuenta de la falta de vinculación con los mismos de  los partidos políticos de esta izquierda institucionalizada. De ninguna manera implica que la izquierda partidista no actúe durante los conflictos o movilizaciones, pero lo hace sin un programa organizativo de largo alcance y solo con fines electorales”.
Y añade más adelante: “3. Esta llegada al poder de la izquierda partidista la ha circunscrito a una política electoral antes que a una social y revolucionaria. La corrupción en el ejercicio del gobierno, en los cargos de elección popular por parte de sectores de la izquierda partidista, la ha sesgado hacia una política que ha privilegiado lo electoral en sus matices más populistas y superficiales, relegando   los objetivos históricos la de la izquierda socialista”.
Si las nuevas generaciones se liberan del impacto del derrumbe de la URSS y retoman las banderas de la lucha socialista otra izquierda latinoamericana es posible.

Muchas gracias.

En unas apretadas páginas he procurado resumir la calidad e importancia de este libro “La Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética”, que es una representación fiel de nuestra izquierda. Tiene coincidencias y discrepancias, tiene aciertos y desaciertos, tiene páginas que iluminan y otras que no lo logran.
Y no podía ser de otra manera porque así es la izquierda, lo que demuestra que el libro es representativo. No obstante, si se tiene la disciplina de avanzar por sus páginas de principio a fin se obtiene una perspectiva global que demuestra al menos dos cosas:
-      Los ideales del Socialismo son los únicos que podrán dar una solución estructural a las necesidades de la gran mayoría de los pueblos del Continente
-      Si las nuevas generaciones se liberan del impacto del derrumbe de la URSS y retoman las banderas de la lucha socialista otra izquierda latinoamericana es posible.

Muchas gracias.


{1} E. Guevara, «El socialismo y el hombre en Cuba», Obras de 1957-1967, Casa de las Américas, tomo II, pág. 372.
{2} E. Guevara, Idem. págs. 376-377.
{3} V.I. Lenin, Nuestra Revolución, Progreso, Moscú; en Ob.Esc. en tres tomos, tomo III, pág. 787.
{4} Idem. pág. 789.
{5} Ver V.I. Lenin, «Como tenemos que reorganizar la inspección obrera y campesina», Progreso, Moscú, tomo III, págs. 790-794.
{6} Véase V.I. Lenin, «Sobre la cooperación», pág. 784, «Mas vale poco y bueno». pág. 795-797 (Ob.cit. tomo III)
{7} Véase V.I. Lenin, «Mas vale poco y bueno», Ob.cit., tomo III, pág. 800.
{8} E. Guevara, «La banca, el crédito, el socialismo», Op.cit., pág. 299.

El derrumbe de un Socialismo que no era el nuestro


El derrumbe de un Socialismo que no era el nuestro

Daniel Martínez Cunill
Palabras en la presentación del libro
Más adelante Galeano, así como Michael Lowy entre otros, sostuvieron que no puede morir lo que no ha nacido todavía. En un luminoso texto llamado Un niño perdido en la intemperie, Galeano sostiene que “...el socialismo no murió, porque todavía no era” y agrega: “...hoy es el primer día de la larga vida que tiene por vivir”.
Comenzaré por decir que la frase que inspira el título de estas líneas corresponde a Eduardo Galeano. En sus primeros comentarios sobre la caída de la URSS y el triunfalismo occidental que declaraba el fin de la Historia, decía Galdiv class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 6.75pt; mso-line-height-alt: 13.5pt; text-align: justify;"> Llevamos nuestra audacia hasta ponerlo por escrito en una publicación de circulación restringida, lo que nos costó una reprimenda del entonces Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, que nos envió como sanción a una entrevista con el agregado político de la Embajada de la RDA en Managua. Allí el funcionario alemán nos demostró de manera pedagógica que era “científicamente imposible” que el Muro de Berlín se derrumbara.
Regresamos a-language: ES; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-MX;">Creo que esta constatación puede ser un buen punto de partida para comentar, con esperanzas de algo mejor, este libro de Ocean Sur, “La Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviéticae; margin-bottom: 6.75pt; mso-line-height-alt: 13.5pt; text-align: justify;"> Llevamos nuestra audacia hasta ponerlo por escrito en una publicación de circulación restringida, lo que nos costó una reprimenda del entonces Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, que nos envió como sanción a una entrevista con el agregado político de la Embajada de la RDA en Managua. Allí el funcionario alemán nos demostró de manera pedagógica que era “científicamente imposible” que el Muro de Berlín se derrumbara.
Regresamos ael gobierno sandinista. En nuestro colectivo analizábamos las noticias que llegaban de la República Democrática Alemana. Nos alarmaba la creciente posibilidad de la caída del Muro de Berlín y las consecuencias que esto podía traer.
Llevamos nuestra audacia hasta ponerlo por escrito en una publicación de circulación restringida, lo que nos costó una reprimenda del entonces Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, que nos envió como sanción a una entrevista con el agregado político de la Embajada de la RDA en Managua. Allí el funcionario alemán nos demostró de manera pedagógica que era “científicamente imposible” que el Muro de Berlín se derrumbara.
Regresamos a la oficina, regañados pero escépticos.
Pienso que desde ese momento comenzamos a entender por lo menos tres cosas:
Los desafíos eran muchos porque, si bien el FSLN nunca había reivindicado la revolución nicaragüense como una revolución socialista, su proceso de liberación nacional era antimperialista y su política exterior la vinculaba estrechamente a la URSS, a Cuba y al campo socialista. Estábamos pues en el campo de los derrotados y en guerra con los mercenarios de EEUU.
Pienso que desde ese momento comenzamos a entender por lo menos tres cosas:
1.   Teníamos una orfandad ideológica y un atraso en la reflexión en cuanto al tipo de socialismo al que aspirábamos
2.   El cordón umbilical que unía a las revoluciones latinoamericanas y caribeñas con el socialismo derivado de la Unión Soviética caía por su propio peso más que por una decisión racional
3.   Junto a las acciones materiales y políticas inmediatas que el momento imponía, era urgente repensar las bases ideológicas de la izquierda
Es mi opinión que la Revolución Popular Sandinista no estuvo a la altura del desafío y que, inmersa en la inmediatez de resolver a su favor la guerra, careció de visión estratégica, no atendió las señales de alarma que llegaban desde Europa del Este y no destinó tiempo a analizar que el proceso revolucionario centroamericano se inscribía en los parámetros de la Guerra Fría.
Esto vendría a ratificarse dramáticamente en febrero de 1990 cuando las elecciones presidenciales, adelantadas por el propio gobierno sandinista, terminaron en una derrota electoral y en el extravío político/ideológico de sus dirigentes. El dogma de que las revoluciones sociales son irreversibles quedó, ahora sí, científicamente relativizado. Quedaba pendiente analizar si eso le ocurre a cualquier revolución o a aquellas que por carecer de sustento ideológico socialista, desarrollan debilidades y permiten flaquezas que hacen posible la reversión.
Por cierto, pienso que hasta el día de hoy no ha habido una autocrítica seria de parte de los dirigentes sandinistas al respecto. Con todo respeto por los autores del libro que hoy presentamos, el trabajo sobre Nicaragua en esta compilación está muy lejos de ser una contribución para comprender el impacto del derrumbe de la URSS en el sandinismo.  Parece que la capacidad de autoelogio es más fuerte que la autocrítica en la cúpula sandinista.
El aciago 25 de diciembre de 1991 me encontró en Brazzaville, capital del Congo, donde me tocó mirar por televisión las imágenes de las estatuas de Lenin cayendo derribadas por ciudadanos rusos y no pude evitar el recuerdo de la estatua de Somoza cayendo en Managua, derribada por ciudadanos nicaragüenses apenas doce años atrás.
Parece que los simbolismos gozan de una extensa pluralidad y que los pueblos tienen una especial energía para manifestar su ira, emprendiéndola contra los monumentos representativos de lo que rechazan. Pero yo no llamaría a levantar nuevas estatuas, llamaría a levantar los principios ideológicos y la dignidad del socialismo.
El socialismo latinoamericano debe oler a guayaba y a café recién colado
Así como lo hizo en su momento Rusia, posteriormente China y luego Cuba, Viet Nam, y otros países también iniciaron la construcción del socialismo sobre condiciones distintas a las premisas previstas por Crítica al ProgramaCrítica al Programa de Gotha, sino ante una nueva fase no prevista por él,...”(1)
Esos acercamientos ya nos daban una idea de lo que sería - o podría ser - una nueva oleada del socialismo en América Latina. La anterior, ya muy fuerte, pertenecía a la camada de los partidos comunistas, crecida y amamantada por la Unión Soviética.
El Che también ponía énfasis en  que en estos países “...no se ha producido todavía una educación completa para el trabajo social y la riqueza dista de estar al alcance de las masas mediante el simple proceso de apropiación…”(2).
Pero incluso escarbando un poquito en los textos clásicos sobre la experiencia soviética se constataba que esta situación ya la había enfrentado Lenin en Rusia.
Lenin era defensor de aprovechar la situación revolucionaria en Rusia, para tomar el poder y “conquistar para sí condiciones no del todo habituales para el ulterior incremento de la civilización” (3) y enfatizaba “Para implantar el socialismo -decís- hace falta cultura. Perfectamente. Pero, entonces ¿por qué no habíamos de crear primero en nuestro país premisas culturales como la expulsión de los terratenientes y de capitalistas rusos y, después, iniciar ya el movimiento El Che era un estudioso de la obra de Lenin y de las experiencias de la construcción socialista en los países del llamado campo socialista, El abordaje del Che para el caso cubano es similar al de Lenin. Es por ello que el comandante Guevara hace de la formación de conciencia El Che era un estudioso de la obra de Lenin y de las experiencias de la construcción socialista en los países del llamado campo socialista, El abordaje del Che para el caso cubano es similar al de Lenin. Es por ello que el comandante Guevara hace de la formación de conciencia en la masa del pueblo el eje central de la actividad ideológica de la revolución socialista.
En diversos escritos el Che entiende el socialismo como un fenómeno de conciencia y no solamente un fenómeno de producción, y repite una y otra vez que no se puede alcanzar el comunismo por la simple acumulación mecánica de cantidades de productos puestos a disposición del pueblo. Pero además sostiene que lo que Marx define como el comunismo, no se puede alcanzar si el hombre no es consciente, es decir, si no tiene una conciencia nueva frente a la sociedad.


Podemos afirmar que ante condiciones distintas a las previstas para la construcción del socialismo, tanto en la URSS como en la Cuba de Fidel y el Che se plantearon el desafío de crear y adaptarse a las circunstancias reales de cada caso.
Desde luego ni Lenin ni el Che plantearon que el socialismo debería oler a guayaba o a café, esas son herejías mías, pero con ello quiero graficar la necesidad de adecuar lo nuestro sin traicionar la ideología. Es decir, tomar lo esencial del pensamiento socialista y adaptarlo a las realidades y condiciones objetivas de cada país y el grado de desarrollo subjetivo en que emprende la construcción de una nueva sociedad.
¿Cuantos de nuestros países, según las propias expresiones de Lenin, no han alcanzado las cotas de civilización necesarias para el socialismo? ¿Cuantos de nuestros países viven hoy bajo formas de dominación en las que la propuesta ideológico/económica del neoliberalismo decreta como fracasadas y muertas las ideas socialistas?
Probablemente todos, a excepción de Cuba, lo que nos lleva de regreso al libro que hoy presentamos y reitera la importancia de analizar cada caso para diagnosticar constantes válidas para todas las experiencias y asimismo el valor de respetar las especificidades de cada izquierda.

Otra Izquierda latinoamericana es posible
Para analizar todo el libro que presentamos harían falta mucristas ls de debate. s llenaba de orgullo ser identificados con la inmensa figura de Fidel.
Analizando las etapas dice Regalado (pag 77): “Un tercer elemento acumulativo que ayuda a crear las condiciones para el cierre de la etapa histórica abierta por la Revolución Cubana, es el hecho de que todos los movimientos y procesos de orientación popular posteriores a ella, tanto los de naturaleza reformista como revolucionaria, fueron derrotados u obligados a aceptar soluciones negociadas que presuponían asumir el compromiso de funcionar dentro de la institucionalidad democrático burguesa, sistema político que gran parte de ellos se había propuesto sustituir por un sistema socialista.
Cabe reconocer aquí que cuando en los años 70s nos decían marxistas-leninistas sentíamos la fuerza de los adjetivos como un epíteto. En cambio, cuando nos decían castristas lo tomábamos como un halago y nos llenaba de orgullo ser identificados con la inmensa figura de Fidel.
Analizando las etapas dice Regalado (pag 77): “Un tercer elemento acumulativo que ayuda a crear las condiciones para el cierre de la etapa histórica abierta por la Revolución Cubana, es el hecho de que todos los movimientos y procesos de orientación popular posteriores a ella, tanto los de naturaleza reformista como revolucionaria, fueron derrotados u obligados a aceptar soluciones negociadas que presuponían asumir el compromiso de funcionar dentro de la institucionalidad democrático burguesa, sistema político que gran parte de ellos se había propuesto sustituir por un sistema socialista.
Entre los factores que inciden en que la teoría de la revolución de Fidel y el Che no tuvieran el resultado que sus creadores esperaban, resaltan: 1) la violencia contrarrevolucionaria y contrainsurgente desatada por el imperialismo en sus dos vertientes, la empleada para bloquear, aislar y estigmatizar a Cuba, y la utilizada para aniquilar a los movimientos revolucionarios del resto de la región; 2) las debilidades, errores e insuficiencias de las fuerzas revolucionarias, incluidas las pugnas que impidieron su unidad; 3) la extrapolación de la estrategia y la táctica victoriosas  en Cuba a naciones con condiciones y características económicas, políticas y sociales muy diferentes, incluidas las dimensiones étnica y cultural, y 4) el cambio en la correlación mundial de fuerzas, que en América Latina repercute a partir de la proclamación de la política de nueva mentalidad de Mijaíl Gorbachov, en particular, mediante las presiones que la dirección soviética ejerció sobre el Gobierno Revolucionario de Nicaragua para que concluyese, a cualquier costo, un acuerdo político que pusiera fin a la agresión del Imperialismo.
Esta presión no sólo hizo mella en Nicaragua, sino también tuvo un impacto indirecto que frenó la ola revolucionaria que apuntaba a promisorios resultados en El Salvador y, en menor medida, en Guatemala, cuando Centroamérica era el vórtice de la revolución latinoamericana.”

Por su parte, identificando problemas de la izquierda mexicana, señala López y Rivas (pags 104 y 105) “1. Vínculos muy débiles con los movimientos políticos y sociales. Un breve recuento de acontecimientos que de alguna u otra forma tuvieron una repercusión política importante en la vida de nuestros países, dan cuenta de la falta de vinculación con los mismos de  los partidos políticos de esta izquierda institucionalizada. De ninguna manera implica que la izquierda partidista no actúe durante los conflictos o movilizaciones, pero lo hace sin un programa organizativo de largo alcance y solo con fines electorales”.
Y añade más adelante: “3. Esta llegada al poder de la izquierda partidista la ha circunscrito a una política electoral antes que a una social y revolucionaria. La corrupción en el ejercicio del gobierno, en los cargos de elección popular por parte de sectores de la izquierda partidista, la ha sesgado hacia una política que ha privilegiado lo electoral en sus matices más populistas y superficiales, relegando   los objetivos históricos la de la izquierda socialista”.
Coincido con ambos autores, que han reseñado momentos históricos y las principales debilidades de la izquierda latinoamericana. Cuestiones imprescindibles en el análisis que el libro convoca.
En estas largas y complejas décadas de combate por los ideales socialistas hemos acumulado algunas victorias y muchas derrotas. Grandes y queridos compañeros dejaron su vida en estos combates y son una razón adicional para seguir luchando. El futuro de Amés páginas de principio a fin se obtiene una perspectiva global que demuestra al menos dos cosas:
-      Los ideales del Socialismo son los únicos que podrán dar una solución estructural a las necesidades de la gran mayoría de los pueblos del Continente
Y no podía ser de otra manera porque así es la izquierda, lo que demuestra que el libro es representativo. No obstante, si se tiene la disciplina de avanzar por sus páginas de principio a fin se obtiene una perspectiva global que demuestra al menos dos cosas:
-      Los ideales del Socialismo son los únicos que podrán dar una solución estructural a las necesidades de la gran mayoría de los pueblos del Continente
{3} V.I. Lenin, Nuestra Revolución, Progreso, Moscú; en Ob.Esc. en tres tomos, tomo III, pág. 787.
{4} Idem. pág. 789.
{5} Ver V.I. Lenin, «Como tenemos que reorganizar la inspección obrera y campesit;sans-serif"; font-size: 14.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES-MX;">Muchas gracias.


{1} E. Guevara, «El socialismo y el hombre en Cuba», Obras de 1957-1967, Casa de las Américas, tomo II, pág. 372.
{2} E. Guevara, Idem. págs. 376-377.
{3} V.I. Lenin, Nuestra Revolución, Progreso, Moscú; en Ob.Esc. en tres tomos, tomo III, pág. 787.
{4} Idem. pág. 789.
{5} Ver V.I. Lenin, «Como tenemos que reorganizar la inspección obrera y campesina», Progreso, Moscú, tomo III, págs. 790-794.
{6} Véase V.I. Lenin, «Sobre la cooperación», pág. 784, «Mas vale poco y bueno». pág. 795-797 (Ob.cit. tomo III)
{7} Véase V.I. Lenin, «Mas vale poco y bueno», Ob.cit., tomo III, pág. 800.
{8} E. Guevara, «La banca, el crédito, el socialismo», Op.cit., pág. 299.