miércoles, 26 de septiembre de 2012

Enrique Peña Nieto, protodiplomacia en América Latina


Enrique Peña Nieto, protodiplomacia en América Latina

Daniel Martínez Cunill

 Entre las diversas y pesadas herencias que deja el gobierno saliente, una de las asignaturas más sensibles es la política exterior mexicana, que perdió todo el prestigio y legítimo reconocimiento alcanzado durante décadas, para quedar convertida en su caricatura. Así entonces, el presidente electo y su equipo saben que les espera una compleja tarea en una materia que en el actual mundo globalizado se demuestra como esencial.
Los opositores, de manera pueril, han querido hacer una lectura de fracaso de Enrique Peña Nieto en su gira internacional por América Latina. En realidad el centro del análisis sobre la gira del priista debe centrarse en qué se está buscando con estas visitas por el Continente en los meses previos a la toma de posesión y cuál es el mensaje que envía a los gobiernos y cancillerías.
Protodiplomacia  multilateral
Es evidente que Peña Nieto y su equipo han entendido que, al mismo tiempo que hoy se diversifican los nuevos actores internacionales, las relaciones internacionales adquieren nuevos matices y surgen iniciativas multilaterales  que superan las antiguas fórmulas unilaterales y bilaterales entre los Estados nación. Hoy, si México quiere influir en la escena internacional debe hacerlo en base a la concertación multilateral.
Los primeros pasos de la diplomacia desarrollada por el todavía presidente electo se dan en un mundo de comunicaciones instantáneas, marcado por imperativos éticos y valores compartidos. Entender que hay nuevas normas internacionales que corresponden a una nueva realidad política es lo que permitirá relanzar una política exterior mexicana
El reto actual para países como México, especialmente en su relación con América Latina, requiere asumir que la política mundial y la economía global han de encaminarse  a través de espacios de diálogo multilateral, de negociación internacional y fijación de reglas, en torno a una agenda común.
Que Peña Nieto eligiera entrevistarse con personajes tan disímiles ideológicamente como Piñera y Dilma Rouseff, parece indicar que ha comprendido algo vital: La Nueva política exterior si busca abrir nuevos espacios, debe ir más allá de los intereses de los Estados más poderosos y generar alianzas con todos los Estados y actores internacionales democráticos, que busquen nuevas formas de seguridad y cooperación.
En la gira por América Latina Peña Nieto fue hábil y prudente. Supo diagnosticar el verdadero estado de las relaciones de México con cada uno de sus anfitriones y exponer las eventuales formas de mejorarlas en un marco continental. La prudencia estuvo del lado de no evidenciar que algunas fórmulas de otros países están caducas o son inaplicables en México. Algunos ejemplos son la educación en Chile y la legislación laboral en Argentina. Al mismo tiempo, aunque el caso amerita mayor análisis, la referencia a Petrobras y un eventual simil con Pemex permitió adelantar la idea de un manejo mixto de las fuentes energía.
Los objetivos del viaje fue definidos por el equipo como un intento de dar a conocer  "la posición que México tiene en la región y las posibilidades que tiene como país para constituirnos en un facilitador en las relaciones de los países" y de "construir una agenda multilateral en temas de migración, seguridad y desarrollo económico, además de consolidar vínculos de hermandad en la región y recuperar el liderazgo internacional" de México.
La gira inició en Guatemala, incluyó Colombia, Chile, Argentina, Brasil y Perú. Queda pendiente una reunión conjunta con todos los presidentes de Centroamérica donde la agenda urgente son dos conflictos crónicos. El mal trato con los migrantes en tránsito y un plan de desarrollo de la frontera sur mexicana que dé seguridad a las personas y al comercio.
Peña Nieto busca estrechar los lazos con los países de la región con los que México tienen un intercambio comercial y cultural muy importante, y "una relación política" con los jefes de Estado para que "conozcan de primera mano cuales son los objetivos del gobierno entrante y las áreas de oportunidad", indicó el portavoz.
México y Brasil, las dos mayores economías de América Latina, habían mostrado intenciones de alcanzar un acuerdo de libre comercio, pero la decisión en marzo pasado de Brasil de limitar el comercio automotor entre los dos países puso en punto muerto esos planes.
Es comprensible entonces que en una entrevista para la revista brasileña Época, el priista afirmara con sutileza que Brasil es un "socio indispensable en América Latina y un interlocutor sin parámetros en el hemisferio", con el que pretende "consolidar una relación" que tiene "altibajos", pero que presenta "grandes oportunidades" debido a la "capacidad comercial" de ambos países.
Un balance provisional
Que la oposición mexicana, de derecha o de izquierda, evalúe como fracaso la gira de Peña Nieto es comprensible. Pero los argumentos esgrimidos no se sostienen y son más formales que objetivos ya que surgen de un prejuicio y no del análisis.
Desde luego hubiera sido deseable contemplar a Venezuela en la agenda de la gira y queda como otro pendiente, pero ello no arroja sombras sobre la totalidad de la gestión realizada.
En la práctica, Peña Nieto avanzó sus alfiles y sus torres en el tablero latinoamericano, dejando en óptimas posiciones sus principales piezas. Más allá de los encuentros fructíferos con los principales líderes del Continente y empresarios, se dejaron claros mensajes del proyecto que se avecina y las propuestas concretas por dónde caminar unidos. Ambas cosas se habían extraviado en los últimos sexenios.
¿Dónde reside lo fundamental de esta gestión? En que México regresa a un terreno que le es de natural pertenencia y con una propuesta de Diplomacia Multilateral para tratar temas regionales y mundiales. Les habló a países con identidades culturales heterogéneas, pero donde las coincidencias son fáciles de encontrar y potenciar.
Argumentar las asimetrías es asunto del pasado. Lo propositivo es diseñar juntos la superación de las asimetrías entre los latinoamericanos para lograr acuerdos justos. Por ejemplo la relación de Brasil y México deberá residir en la búsqueda conjunta de objetivos, ya que la competencia anularía las mejores posibilidades.
En el caso de México con Centroamérica los procesos de integración regional reclamarán una voluntad expresa de parte de una potencia intermedia que más que abrumar a sus pequeños vecinos procure incorporarlos a su proyecto, otorgándoles una especie de “acción afirmativa” que tenga en cuenta la asimetría ya mencionada.
Tal vez una señal adicional podría ser la incorporación de México como observador en las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, como prueba de compromiso por la estabilidad en el Continente.
Las relaciones internacionales contemporáneas tienen una enorme movilidad de escenarios. Desde el resultado de las elecciones en EEUU y Venezuela hasta una eventual guerra en Siria, todos son factores que pueden reclamar nuevas modificaciones a la propuesta, pero hasta aquí lo avanzado por Peña Nieto indudablemente es promisorio.
Si las siguientes etapas de esta gira en América del Norte y Europa arrojan resultados similares, se habrá logrado un avance significativo, previo a la toma de posesión.