jueves, 30 de agosto de 2012

Desafíos para la política exterior mexicana


Desafíos para la política exterior mexicana
Daniel Martínez Cunill
Si Enrique Peña Nieto, es confirmado como Presidente Constitucional de México, podría hacer su presentación en sociedad ante sus pares en Santiago de Chile el 26 y 27 de enero de 2013, en la Primera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) – Unión Europea (UE).
En el equipo de transición del candidato electo hay conciencia de que el trabajo que les espera en materia de diplomacia y relaciones internacionales es arduo. La herencia que deja Felipe Calderón es negativa y muy compleja. Son muchos los casos en que las relaciones se han deteriorado y muchas las cancillerías que esperan un golpe de timón en la política exterior de México.
Si México aspira a relanzar con éxito su política exterior deberá diseñar una nueva propuesta en su rol de bisagra geopolítica en el eje Norte-Sur (América del Norte-América Latina y el Caribe) y buscar competir con ideas novedosas en Europa y Asia.
El vecino del norte
Los ejes de la relación de México con Estados Unidos son: la relación comercial, la migración y los problemas de seguridad. Bajo los criterios de utilidad usados por los analistas estadounidenses, ambos países  ganan y/o pierden juntos, por lo que requieren de una frontera que funcione bien. En 2011, por primera vez el comercio entre los dos países llegó al medio billón de dólares al año, cifra que pareciera darle razón al análisis.
En contra de este optimismo están el flujo indetenible de drogas hacia EEUU y el mercado negro de armas en sentido inverso, que hacen parte de la misma ecuación hasta ahora no resuelta y son origen de los principales roces entre ambas administraciones. El comercio ilegal de armas mueve unos 70 000 millones de dólares al año en todo el mundo, por lo que, obviamente, el lavado de dinero juega un papel primordial en este delito.
El principal proveedor de armamento de Latinoamérica es Estados Unidos. El presidente de México, Felipe Calderón, ha manifestado que más de 100 000 armas incautadas al crimen organizado en México provienen de armerías legales en Estados Unidos. El problema reside en que la Segunda Enmienda del país norteamericano establece que el derecho del pueblo a tener y portar armas no será infringido, pues una milicia bien entrenada será necesaria para el mantenimiento de la seguridad en cada estado. Esta mezcla de paranoia de seguridad y permisividad la aprovecha el mercado negro que compra las armas en Estados Unidos y las hacen fluir hacia México por las mismas rutas que utiliza el narcotráfico.
Hasta el momento quien ha logrado el reconocimiento y notable apoyo de EEUU en este oleaje ha sido el embajador Arturo Sarukhán, quién ha sorteado con éxito los desencuentros diplomáticos, la mayoría de ellos relacionados con la violencia y la migración. No ocurre lo mismo con la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, que ha tenido un rol opaco, con mala comunicación y sin el menor protagonismo en las relaciones, por lo que el desafío sigue abierto.

El último incidente, un confuso enfrentamiento donde agentes de la Policía Federal Preventiva destrozaron una camioneta de EEUU con placas diplomáticas con una lluvia de balas que hirieron a dos agentes norteamericanos, es un nuevo test a la fortaleza de la relación
El malogrado año México-Francia
Desde luego, los vínculos con Estados Unidos de América siguen siendo vitales para México, en calidad de vecino y socio menor, pero recordemos como ejemplo que el actual  gobierno de Francia espera al nuevo presidente mexicano para darle mayor impulso a las deterioradas relaciones entre ambos países.
Cuando todo estaba listo para dar inicio en 2011 al, así llamado, Año Francia-México, una sucesión de torpezas y errores diplomáticos de ambos presidentes dieron lugar a una tragicómica reedición de la Guerra de los Pasteles, a partir del caso de la ciudadana francesa Florence Cassez.
El reclamo de Francia porque  durante el proceso a Cassez se produjeron violaciones que afectaron la presunción de inocencia y la defensa adecuada, era justo, pero vino envuelto en un lenguaje y un procedimiento arrogante y colonialista que hicieron imposible un entendimiento amistoso.
Hoy las relaciones entre México y Francia están en un punto de espera y ojalá que puedan relanzarse en 2013 con beneficio para ambas partes y servir a México como puerta de entrada a Europa.
Cuba, del “Comes y te vas” al retorno del PRI

Las relaciones de Cuba con México, más allá de sus identidades de naciones surgidas de revoluciones populares, se desarrollaron siempre sobre las necesidades mutuas. Para ambos países era necesaria una imagen internacional que moderara las críticas a su política interna. Así entonces México lograba un tinte progresista de izquierda con su respaldo a Cuba y Fidel y su proyecto socialista lograba tener una ventana a América Latina por medio del priismo en el poder. El otro componente de la relación, obviamente, es la postura común de ambos países respecto a Estados Unidos.

Desde la llegada al poder del PAN y durante dos sexenios, ésta fórmula fue saboteada o menospreciada, como lo demuestra la penosa frase de Fox a Fidel, “comes y te vas".
A doce años de distanciamiento, el retorno del PRI a Los Pinos anuncia cuando menos una modificación a la postura extrema de Fox y Calderón.

Así mismo, por mucho que cambie la óptica internacional bajo la conducción de Peña Nieto, subyace en el priismo el interés de regresar sus relaciones con Cuba a su nivel histórico y que la condición mutua de países vecinos con EEUU abra mayores espacios de negociación.
Nombres que suenan para la Cancillería
1.    Jorge Montaño Martínez, ex embajador en Washington en los tiempos en que se ponía en marcha el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, TLCAN. Montaño ha escrito artículos sobre las debilidades y los desafíos de la política exterior mexicana. Un referente ineludible de es su libro “Misión en Washington, 1993-1995: de la aprobación del TLCAN al préstamo de rescate”.
2.    A Juan José Bremer, ex embajador en Washington, le correspondió abrir la Política Exterior diseñada por el PAN al inicio del gobierno de Vicente Fox. Por lo menos hasta que se lo impidió Jorge Castañeda. Publicó un libro titulado “El fin de la guerra fría y el salvaje mundo nuevo” en el que analiza los desafíos del orden internacional posterior a la Guerra fría.
3.    Emilio Lozoya Austin, hijo de un colaborador cercano de Carlos Salinas de Gortari, economista del ITAM con un posgrado en Desarrollo Económico por la Universidad de Harvard. Lozoya fungió como Coordinador de vinculación internacional del PRI durante la campaña presidencial de Peña Nieto.
Es coautor junto con Jorge Montaño de un artículo titulado “Una visión de México para el futuro” (Foreign Affairs Latinoamérica, v.12, n.2, 2012) donde se perfila con claridad la propuesta de Peña Nieto en materia de política exterior.
4.      Arnulfo Valdivia Machuca es un egresado del Tec de Monterrey con doctorado en Política Económica por la Universidad de Cambridge. Durante la campaña de Peña Nieto estuvo encargado del voto de los mexicanos en el extranjero y se desempeñó como Coordinador de Asuntos Internacionales durante su gobierno en el Estado de México.
5.      Javier Treviño Cantú, coordinó la campaña de Enrique Peña Nieto en Nuevo León, y fue Subsecretario de Relaciones Exteriores. Ha enfatizado sobre “el nuevo enfoque de la política exterior que el Presidente Peña Nieto buscará seguir respecto a dos regiones claves para México, Europa y América Latina. A la vez,…servirá como referente para ir perfilando sus iniciativas diplomáticas hacia otras dos regiones “América del Norte, donde destaca en particular la relación bilateral con los Estados Unidos, y Asia, donde igualmente sobresale la importancia de la relación con China”.
Vale recordar que también se mencionan otros nombres como Pedro Aspe Armella quien dirigió las negociaciones de la deuda externa de México en los tiempos de Carlos Salinas. Se habla de Beatriz Paredes Rangel que aspiraría a convertirse en la tercera mujer al frente de la diplomacia mexicana, después de Rosario Green y Patricia Espinosa. Tiene lógica si Peña Nieto planea cubrir una cuota de género o como reconocimiento por haberse sacrificado en la elección a Jefa de Gobierno del DF donde resultó derrotada.
La política exterior no es el único pendiente que hereda Calderón a su sucesor, pero sin lugar a dudas es uno de los principales desafíos que esperan a quien termine por recibir el encargo de parte de Peña Nieto.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Escenarios para la crisis postelectoral


México

Escenarios para la crisis postelectoral

Daniel Martínez Cunill

Los recursos y apelaciones que presentó Andrés Manuel López Obrador, AMLO, candidato de la izquierda, para que las autoridades electorales mexicanas invalidaran la elección y designaran un presidente interino, desataron una crisis postelectoral y mantienen en suspenso a México, a la espera de la resolución definitiva de los resultados.

En el supuesto más probable, el que el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, sea designado ganador por las instancias previstas en la ley, se abrirán desafíos para el ganador y para el perdedor.

·         Para el ganador, el principal desafío será construir la legitimidad que una elección tan cuestionada le niega.

·         Para el perdedor, se tratará de diseñar un curso de acción donde negarle a Peña Nieto la legitimidad, no lo lleve a generar una situación de ingobernabilidad.

El PRI y Peña Nieto

La izquierda le asigna a Peña Nieto intenciones como la privatización de Pemex, una reforma laboral de corte neoliberal y la de poner en manos privadas la seguridad social, entre otras. Aún en el caso de que Peña Nieto tuviera tales  intenciones, las principales figuras políticas del PRI son lo suficientemente experimentadas para saber que no pueden arriesgarlo todo desde un inicio.

El PRI sabe que el presidente saliente, Felipe Calderón, hipotecó todo su sexenio y puso a México al borde de convertirse en un Estado fallido, por equivocarse en sus prioridades en el 2006, en búsqueda de la legitimidad que la izquierda le negaba. Es previsible entonces que los priistas elijan un curso de acción paulatino que no ponga en peligro la costosa victoria.

Como el principal punto de rechazo de la ciudadanía contra Calderón y el PAN fue su errada estrategia de combate al narcotráfico, lo más redituable para el PRI sería desarrollar rápidamente una nueva estrategia de seguridad que proyecte sensación de paz y estabilidad al país.

El PRI hará todo lo posible para que las reformas estructurales que impulse logren consenso en el Congreso de la Unión y negociará con la oposición de izquierda las relativas a cuestiones sociales (salud y seguridad social, educación y reforma laboral) y con el PAN las reformas energéticas y hacendarias. La interrogante más grande es el ritmo y la profundidad con que abordará el PRI las reformas de PEMEX.

Por otra parte es improbable que, en busca de mejorar su imagen, el PRI desate una acción mediática llevando ante la justicia algún político sospechoso de malos manejos. La fórmula del “quinazo” parece agotada y sería un error querer reeditarla ofreciendo en penitencia las cabezas de uno o dos ex-gobernadores corruptos.

El PRI no regresa por uno o dos sexenios, el PRI aspira a gobernar otros cincuenta años y en esa perspectiva buscará consolidar la presidencia de Peña Nieto en una estrategia de largo aliento. El nuevo PRI, que no es más que el viejo PRI, pero con su populismo nacionalista y maquiavélico depurado durante doce años, medirá sus acciones y negociará uno a uno los pasos que dará al inicio del sexenio.

El futuro ya es otra cosa.

AMLO y los partidos de izquierda.

El reto principal de las fuerzas de izquierda será mantener una cierta cohesión, en especial en los lugares donde tiene mayorías parlamentarias o donde ganó el gobierno del estado, como en los casos del D.F., Morelos o Tabasco, ya sea reagrupándose en un solo frente, tipo Frente Amplio de Uruguay o convirtiéndose progresivamente en un nuevo partido, por encima de sus corrientes, tribus y cacicazgos.

Como sea, lo que no pueden hacer es desgastarse en conflictos internos y desvincularse del movimiento que crearon y que les dio 16 millones de votos, cifra nunca alcanzada en el pasado.

Respecto a la opción elegida por AMLO, de buscar la invalidación del proceso electoral, una cosa es argumentar que los comicios no fueron limpios, pero otra es demostrarlo presentando pruebas que tengan valor jurídico.  Las interpretaciones políticas y las apasionadas condenas en las Redes Sociales podrán tener valor mediático, pero no sustentan un llamado a invalidar 50 millones de votos.

Sin duda que los comicios tuvieron pasajes turbios, pero ni el PAN ni el PRD están exentos de todo pecado y también incurrieron en algún grado en las mismas prácticas dolosas de las cuales se acusa al PRI.

Más difícil aún es reclamar la invalidación parcial de un proceso que se considera adulterado Puesto que la izquierda si le reconoce validez en el caso de los parlamentarios que eligió al Congreso de la Unión y de los Gobernadores de izquierda electos, uno de ellos Jefe de Gobierno de la capital del país.

Si AMLO no logra la anulación de las elecciones, puede aspirar a convertir el “fraude” - consagrado por las autoridades venales - en una bandera de lucha en defensa de la democracia, que de preferencia le dure otros seis años y que él pueda encabezar. Puede también abrir los espacios en la cúpula de la izquierda para que una bocanada de aire fresco renueve el enrarecido ambiente que reina entre los tradicionales dirigentes.

La estrategia de convertir el desconocimiento de la legitimidad de las elecciones en un cuestionamiento permanente a la legalidad del próximo presidente, y con ello a todo el andamiaje jurídico y político del Estado mexicano, es arriesgada. El margen de maniobra sin caer en la subversión es muy estrecho y los caminos de la desobediencia civil son muy difíciles de controlar.

En ese camino AMLO tendría que:

·         Recurrir en permanencia a los parlamentarios de izquierda en el Congreso, para ampliar su margen de interlocución dentro del sistema y

·         Reconstituir sus muy dañados vínculos con los Movimientos Sociales, que actúan autónomos y desafiantes y que no sólo no necesitan de su liderazgo sino que lo ponen en duda.

Aunque algunos de sus apóstoles le apuntan más a las movilizaciones y tribunas callejeras, si AMLO decide avanzar con un pié en la agitación social y el otro dentro de la lucha política institucional, el Congreso de la Unión se revela como el principal escenario para la construcción de mediaciones y mantener vivo el capital político que logró.

Así entonces, el Congreso de la Unión podría ser uno de los escenarios de mayor importancia, no sólo por las posibilidades de entendimiento sino porque allí se decidirán las reformas estructurales que le urgen a México y la correlación de fuerzas alcanzada por la izquierda le abre excelentes posibilidades de operación.

Con la actual composición de las dos cámaras del Congreso de la Unión, nadie reúne suficientes votos como para hacer por si solo  las reformas constitucionales necesarias, de tal manera que las reformas mencionadas sólo serán posibles mediante la construcción de mayorías transitorias en función de objetivos específicos.

En este punto es que las disyuntivas de AMLO adquieren toda su relevancia.

¿Querrá negociar con las fracciones parlamentarias del PRI, manteniendo la ficción de no reconocer a Peña Nieto como Jefe del Ejecutivo? En esa hipótesis, cabe preguntarse si AMLO podrá ejercer con fuerza una oposición parlamentaria, para lo cual necesitará controlar de muy cerca a sus aliados, de tal manera que no inicien acuerdos que desvirtúen su desconocimiento a la legitimidad del Presidente.

¿O bien incrementará el carácter de su protesta hasta forzar una nueva elección? En este caso tendrá que redefinir su relación con los movimientos de la sociedad civil, con los cuales han mantenido mucha distancia hasta el momento y sólo ha requerido de ellos el voto y una cierta subordinación a los intereses electorales de la izquierda tradicional.

La eventualidad de que la crisis se profundice existe, pero un México que cierra el sexenio al borde del Estado Fallido, es difícil que pueda hacer frente a un incremento de las contradicciones y  de los enfrentamientos. A menos que la izquierda esté dispuesta a hacer caer el gobierno por otros métodos y sus adversarios a permitirlo.

Que el PRI acepte una derrota es improbable y que la izquierda posea la determinación de ir hasta las últimas consecuencias en su enfrentamiento con el sistema, también. La crisis postelectoral de México amenaza en convertirse poco a poco en crisis de gobernabilidad.