México
La
democracia en su laberinto
Daniel
Martínez Cunill
¿Presidente legal o legítimo?
Después
de presenciar las elecciones mexicanas uno entiende por qué García Márquez decidió vivir en la nación azteca. Le basta
salir a la calle para estar en Macondo y ver que el realismo mágico recorre a
sus anchas la vida cotidiana y la vida política de México.
El
principal culpable del fraude que arrebató la victoria a Cuauhtémoc Cárdenas en
1988, Manuel Bartlett, resulta electo
senador por la coalición de izquierda. Un ex guerrillero de los años 60, René
Arce, y Rosario Robles, ex Presidenta del Partido de la Revolución Democrática,
se sumaron a la candidatura del PRI. Desde
el otro polo, el ex Presidente Vicente Fox del Partido de Acción Nacional, PAN,
llamó a los militantes de su partido a votar por Peña Nieto.
No
es raro entonces que, transcurridas dos semanas de las elecciones en que se
elegía nuevo presidente y se renovaban totalmente ambas cámaras, la democracia
electoral mexicana se encuentre extraviada en su laberinto.
Las
autoridades reconocen como ganador a Enrique Peña Nieto del Partido
Revolucionario Institucional, PRI, pero la izquierda que habría quedado en
segundo lugar, no acepta el veredicto y apela al recuento de los votos y al
Tribunal Electoral, TEPJF.
Poco
a poco los principales Presidentes y jefes de Gobierno del mundo, Obama,
Merkel, Hollande felicitaron a Peña Nieto por su triunfo, lo que despertó
amargas críticas desde la izquierda. Cuando se sumaron a la lista Chávez, Evo y
Raúl Castro se vivió una sensación de impotencia.
Mientras
el Instituto Federal Electoral, IFE, institución encargada de velar por la
limpieza del proceso, declaró que había sido el más transparente, imparcial y
de toda legalidad, las fuerzas políticas aglutinadas en torno al candidato Andrés
Manuel López Obrador lo acusan de estar plagado de irregularidades, fraude y compra de votos.
Así
entonces, se reiteran condiciones similares a la elección presidencial de 2006,
donde López Obrador resultó derrotado en un final de fotografía, marcado por la
acusación de fraude. No obstante, concurren nuevas condiciones que hacen
difícil forzar el paralelo. La principal de ellas es que esta vez el ganador
tiene una diferencia de tres millones y medio de votos a favor respecto al
segundo.
El Partido Revolucionario Institucional, PRI, ganó con un
38 % contra el 32% del candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador.
En el Congreso de la Unión, la izquierda resulta ser la
tercera fuerza en el Senado, pero se eleva a segunda mayoría relativa en la Cámara
de Diputados. En ambas el PRI pese a ser la primera mayoría no logra la mayoría
absoluta, por lo que deberá negociar si desea llevar adelante las reformas
imprescindibles para sacar a México de su marasmo institucional. Queda por ver
la voluntad de los parlamentarios de izquierda para negociar con el partido
gobernante.
Nuevamente
la amenaza de un gobierno legal pero que carecería de la legitimidad necesaria
para gobernar con estabilidad se cierne sobre México. Delicada situación puesto
que el presidente saliente, Felipe Calderón, hipotecó todo su sexenio al
iniciarlo con medidas apresuradas en búsqueda de la legitimidad que necesitaba.
De reiterarse el fenómeno con Peña Nieto la ingobernabilidad se anuncia
ineludible.
Cuando la izquierda gana perdiendo, o AMLO pierde
ganando
50 millones de ciudadanos mexicanos participaron en esta elección y 16
millones de ellos otorgaron su respaldo a la izquierda.
No le falta razón a AMLO cuando alega que hubo compra de votos de parte
del PRI para beneficio de Enrique Peña Nieto. Más complicado es aceptar que
hubo manipulación de las urnas y de las actas de las mesas, puesto que un
recuento de los votos, basado en la legislación electoral vigente, arrojó leves
modificaciones a favor del candidato Peña Nieto y en legisladores apenas si
movió un diputado local a otro partido.
Es decir, la etapa desde el momento en que el ciudadano depositó su voto
hasta que se contó, escaneó y recontó en las Juntas Distritales no dio margen a
que se alterara masivamente la voluntad del elector.
Donde hubo comprobadas irregularidades y faltas diversas, fue en la
campaña electoral, donde se utilizaron un sinfín de recursos no previstos en la
ley para inducir el voto. Encuestas manipuladas, dinero, prebendas, regalos y
un bombardeo mediático inclinaron la balanza a favor del candidato priista. El
problema para la izquierda es que estas acciones no fueron debidamente
estipuladas en la última reforma política y aunque son reprobables moralmente
no está contemplada claramente su sanción en el actual ordenamiento electoral
de México.
Nunca la izquierda había logrado 16 millones de votos, cómodas mayorías
relativas en ambas cámaras y ganado tres gobernaturas, una de ellas la del
Distrito Federal que le permite conservar el control de la capital de la
nación. El saldo es amargo para AMLO porque nuevamente se le va de las manos la
presidencia, pero el espacio que logran los tres partidos de izquierda que
forman su coalición es inédito.
La siguiente tabla presenta la cantidad y porcentaje de
votos de cada candidato por partido o coalición, hasta el momento, a nivel
nacional.
<><> > |
Partidos o coaliciones
| <><>
>||||||||||||||
JOSEFINA EUGENIA VAZQUEZ MOTA
| <><>
>
ENRIQUE PEÑA NIETO
| <><>
>
ANDRES MANUEL LOPEZ OBRADOR
| <><>
>
GABRIEL RICARDO QUADRI DE LA TORRE
| <><>
>
Candidatos
no registrados | <><>
>
Votos
nulos | <><>
>
Total
de votos | <><>
><><> > |
Actas
| <><>
><><> > |
Lista
Nominal | <><>
>
Participación
Ciudadana | <><>
>||||
Capturadas
| <><>
>
Totales
| <><>
>||||||||||||||
<><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > | <><> > |
Total de Votos
| <><>
><><> > |
12,473,106
| <><>
>
18,727,398
| <><>
>
15,535,117
| <><>
>
1,129,108
| <><>
>
31,660
| <><>
>
1,191,057
| <><>
>
49,087,446
| <><>
><><> > |
141,935
| <><>
>
143,437
| <><>
><><> > |
77,738,494
| <><>
>
63.14%
| <><>
><><> > |
Porcentaje
| <><>
><><> > |
25.40%
| <><>
>
38.15%
| <><>
>
31.64%
| <><>
>
02.30%
| <><>
>
00.06%
| <><>
>
02.42%
| <><>
>
100.00%
| <><>
><><> > |
98.95%
| <><>
><><> > | <><> > |
Quién gana y quién pierde
Hace doce años, cuando el PRI conoció por primera vez la
derrota y tuvo que abandonar la casa presidencial de Los Pinos, intenté una
interpretación explicativa haciendo un paralelo entre la derrota del PRI y la
caída del régimen soviético. En México el poder presidencial del partido de
gobierno se desplazó del gobierno central a los gobiernos de los estados, donde
el PRI siempre ha conservado la mayoría, un promedio de 20 de 32 entidades.
En esta ocasión, recurro a un
paralelo semejante al anterior. Para explicar el retorno del PRI al poder, de
donde en realidad nunca se fue, digamos que la victoria de Peña Nieto es el retorno
de Putin a la presidencia de Rusia.
Es cierto que Peña Nieto no
tiene los atributos de liderazgo que posee Putin, no obstante su entorno
inmediato y las capacidades gubernamentales del grupo que lo rodea y que en los
hechos ejercerá el poder, garantizan la combinación de gobernabilidad, mano
dura y capacidad de negociación que su propuesta de gobierno requieren. En
realidad Peña Nieto podría ser una mezcla entre Berlusconi, por su impacto
mediático y su dependencia de los poderes fácticos/televisivos, y Putin, por su
característica de gobernante que no se hace problemas en recurrir a la mano
dura para enfrentar la violencia, sea del signo que sea.
Uno de los puntos decisivos en
la inclinación del voto no fue el fraude que acusa la izquierda. No cabe la
menor duda que la percepción generalizada de los ciudadanos, independientemente de que el PRI sea o no
corrupto, es que sabrá resolver el problema de la violencia del narcotráfico y
la delincuencia, que es la herencia más pesada que deja Felipe Calderón.
El mexicano promedio, hastiado
y asustado por la penetración del narco en la vida cotidiana, matando,
secuestrando o corrompiendo autoridades, votó por el PRI con la esperanza de
que este viejo partido, con sus viejas mañas y procedimientos ortodoxos, sabrá
regresar la tranquilidad a la ciudadanía. Importando más los resultados
probables que la moral o limpieza de los procedimientos a los que se recurra.
El diagnóstico más acertado era
el de la izquierda, porque apuntaba a las causales estructurales de pobreza,
falta de oportunidades de la juventud y policías venales. Pero ese discurso no
llegó a las grandes mayorías.
El fracaso neoliberal
El antiguo esplendor del PRI entró
en una espiral descendente a partir de 1982 cuando los dirigentes de la
época creyeron llegada la era del neoliberalismo que debería reemplazar al
nacionalismo revolucionario.
La noción de partido/estado comenzó a vivir su más
profunda crisis por resultar incompatible con las exigencias de implantar un
gobierno regido por las tesis del neoliberalismo, reducción del papel del estado
y plena vigencia de las leyes del mercado.
El PRI no estaba preparado para que una de sus
herramientas habituales de control, el estado, se adelgazara al máximo. En el
caso de la competencia, el PRI estaba acostumbrado a ella, bajo la condición de
que fueran sus instrumentos corporativos los que la regularan.
Lo que ocurrió en esta elección es que la izquierda quedó
prisionera entre el temor a aparecer como extremista, similar a Chávez o Evo
Morales, o bien ser una propuesta socialdemócrata que arrebatara las banderas
sociales reivindicadas por el PRI. Sometido a esa disyuntiva el candidato López
Obrador propuso un proyecto intermedio, bajo el principio de la República
Amorosa, que no logró ser claramente explicado a la población y por lo mismo no
levantó un masivo respaldo, imprescindible para derrotar la maquinaria priista.
Paradojalmente, la crisis hegemónica del neoliberalismo
afectó más al PAN, que aparece como su defensor más ortodoxo y a la Izquierda,
que no logró proponer un modelo alternativo que ganara entusiastas. El PRI, que
se asume como “nuevo PRI” dice haber aprendido mejor la lección y ofrece una
alternativa que generó mayores expectativas.
La moneda
está en el aire
Existen muchos dirigentes políticos y sociales que dicen:
si mi país tuviera frontera con Estados Unidos de Norteamérica seríamos ricos.
En realidad la vecindad con la primera potencia del mundo, resulta a lo largo
de los años una fuente de conflictos y dudosos beneficios.
Paradojalmente las propuestas sobre política exterior fueron bastante pobres en las tres
candidaturas, pero de ellas la posibilidad de incidir de la manera más
explícita estaba en la del PRI y es una evidencia de que EEUU sigue siendo un
factor de política interna en México.
Al cierre de esta semana Andrés Manuel López Obrador
decidió ya de manera definitiva impugnar el resultado de las elecciones
celebradas el 1 de julio. Los alegatos se basan fundamentalmente en la
inequidad que hubo entre los candidatos presidenciales. Será muy difícil que
bajo ese supuesto, logre que los magistrados del TRIFE lo acepten y, en su
escenario óptimo, se anule el proceso electoral.
Hasta allí lo esencialmente jurídico del futuro de la
decisión de López Obrador de impugnar el proceso electoral.
Peña Nieto se posiciona y responde presentando su equipo de trabajo y recalca
la importancia de integrar mayorías con todas las fuerzas, las cuales deberán
estar comprometidas para lograr la transformación y el cambio: "Como
presidente de la República seré absolutamente respetuoso de la visión y del
aporte de todas las fuerzas políticas". Y agregó "La democracia no se
agota en la participación de los ciudadanos. Apenas da inicio en la
construcción de acuerdos". Conocedor de sus debilidades, anunció la creación
de la Agencia Nacional Anticorrupción.
México vive la ingobernabilidad de una elección no
resuelta, con un presidente saliente que saca provecho de esas indecisiones
para limpiar su expediente y un movimiento social en plena expansión y que se
plantea si no ha llegado el momento de olvidar a todos los partidos y avanzar
con su propia agenda.
Una agenda de movilizaciones, resistencia civil y
desconocimiento frontal al nuevo gobierno que se perfila.