El derrumbe de un Socialismo que no era el nuestro
Daniel Martínez Cunill
Palabras en la presentación
del libro
“La Izquierda Latinoamericana
a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética
México D.F. 14 de Noviembre de 2012
Comenzaré por decir que la frase que inspira el título de estas líneas
corresponde a Eduardo Galeano. En sus primeros comentarios sobre la caída de la
URSS y el triunfalismo occidental que declaraba el fin de la Historia, decía
Galeano: “Nos están invitando al funeral
de un socialismo que no es el nuestro, el mío no ha muerto”.
Más adelante Galeano, así como Michael Lowy entre otros, sostuvieron que
no puede morir lo que no ha nacido todavía. En un luminoso texto llamado Un niño perdido en la intemperie, Galeano
sostiene que “...el socialismo no murió,
porque todavía no era” y agrega:
“...hoy es el primer día de la larga vida que tiene por vivir”.
Creo que esta constatación puede ser un buen
punto de partida para comentar, con esperanzas de algo mejor, este libro de
Ocean Sur, “La Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión
Soviéticae; margin-bottom: 6.75pt; mso-line-height-alt: 13.5pt; text-align: justify;">
Llevamos nuestra audacia hasta ponerlo por
escrito en una publicación de circulación restringida, lo que nos costó una
reprimenda del entonces Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, que nos
envió como sanción a una entrevista con el agregado político de la Embajada de
la RDA en Managua. Allí el funcionario alemán nos demostró de manera pedagógica
que era “científicamente imposible” que el Muro de Berlín se derrumbara.
Regresamos ael gobierno sandinista. En nuestro colectivo analizábamos
las noticias que llegaban de la República Democrática Alemana. Nos alarmaba la
creciente posibilidad de la caída del Muro de Berlín y las consecuencias que
esto podía traer.
Llevamos nuestra audacia hasta ponerlo por
escrito en una publicación de circulación restringida, lo que nos costó una
reprimenda del entonces Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, que nos
envió como sanción a una entrevista con el agregado político de la Embajada de
la RDA en Managua. Allí el funcionario alemán nos demostró de manera pedagógica
que era “científicamente imposible” que el Muro de Berlín se derrumbara.
Regresamos a la oficina, regañados pero
escépticos.
La realidad, tan necia ella, quiso que las cosas
tomaran una velocidad impresionante y ya el 9 de noviembre madrugamos
recibiendo las dramáticas imágenes de los berlineses de ambos lados que se
saludaban eufóricos y destrozaban restos del muro.
No nos detuvimos en la satisfacción del ego
intelectual por haber acertado en el pronóstico, ya que los imperativos eran
otros. Era evidente que el oleaje que levantaba ese quiebre histórico llegaría
hasta las costas de la Revolución Sandinista, que cumplía una década de
enfrentarse con EEUU en defensa de su proyecto.
Los desafíos eran muchos porque, si bien el FSLN
nunca había reivindicado la revolución nicaragüense como una revolución
socialista, su proceso de liberación nacional era antimperialista y su política
exterior la vinculaba estrechamente a la URSS, a Cuba y al campo socialista.
Estábamos pues en el campo de los derrotados y en guerra con los mercenarios de
EEUU.
Pienso que desde ese momento comenzamos a
entender por lo menos tres cosas:
1. Teníamos una
orfandad ideológica y un atraso en la reflexión en cuanto al tipo de socialismo
al que aspirábamos
2. El cordón
umbilical que unía a las revoluciones latinoamericanas y caribeñas con el
socialismo derivado de la Unión Soviética caía por su propio peso más que por
una decisión racional
3. Junto a las
acciones materiales y políticas inmediatas que el momento imponía, era urgente
repensar las bases ideológicas de la izquierda
Es mi opinión que la Revolución Popular
Sandinista no estuvo a la altura del desafío y que, inmersa en la inmediatez de
resolver a su favor la guerra, careció de visión estratégica, no atendió las
señales de alarma que llegaban desde Europa del Este y no destinó tiempo a analizar
que el proceso revolucionario centroamericano se inscribía en los parámetros de
la Guerra Fría.
Esto vendría a ratificarse dramáticamente en
febrero de 1990 cuando las elecciones presidenciales, adelantadas por el propio
gobierno sandinista, terminaron en una derrota electoral y en el extravío
político/ideológico de sus dirigentes. El dogma de que las revoluciones
sociales son irreversibles quedó, ahora sí, científicamente relativizado. Quedaba
pendiente analizar si eso le ocurre a cualquier revolución o a aquellas que por
carecer de sustento ideológico socialista, desarrollan debilidades y permiten
flaquezas que hacen posible la reversión.
Por cierto, pienso que hasta el día de hoy no ha
habido una autocrítica seria de parte de los dirigentes sandinistas al
respecto. Con todo respeto por los autores del libro que hoy presentamos, el
trabajo sobre Nicaragua en esta compilación está muy lejos de ser una
contribución para comprender el impacto del derrumbe de la URSS en el
sandinismo. Parece que la capacidad de
autoelogio es más fuerte que la autocrítica en la cúpula sandinista.
El aciago 25 de diciembre de 1991 me encontró en
Brazzaville, capital del Congo, donde me tocó mirar por televisión las imágenes
de las estatuas de Lenin cayendo derribadas por ciudadanos rusos y no pude
evitar el recuerdo de la estatua de Somoza cayendo en Managua, derribada por
ciudadanos nicaragüenses apenas doce años atrás.
Parece que los simbolismos gozan de una extensa
pluralidad y que los pueblos tienen una especial energía para manifestar su ira,
emprendiéndola contra los monumentos representativos de lo que rechazan. Pero
yo no llamaría a levantar nuevas estatuas, llamaría a levantar los principios
ideológicos y la dignidad del socialismo.
El
socialismo latinoamericano debe oler a guayaba y a café recién colado
Así como lo hizo en su momento en sus
textos.
Para quienes nos acercamos al marxismo y al
leninismo a partir de la Revolución Cubana, nos servían mucho las formulaciones
teóricas que hiciera el Che, quien apuntaba: “Debemos considerar .... que no estamos frente al período de la
transición puro, tal como lo viera Marx en la Marx en sus
textos.
Para quienes nos acercamos al marxismo y al
leninismo a partir de la Revolución Cubana, nos servían mucho las formulaciones
teóricas que hiciera el Che, quien apuntaba: “Debemos considerar .... que no estamos frente al período de la
transición puro, tal como lo viera Marx en la Crítica al Programa de Gotha, sino ante una nueva fase no prevista por él,...”(1)
Esos acercamientos ya nos daban una idea de lo
que sería - o podría ser - una nueva oleada del socialismo en América Latina. La
anterior, ya muy fuerte, pertenecía a la camada de los partidos comunistas,
crecida y amamantada por la Unión Soviética.
El Che también ponía énfasis en que en estos países “...no se ha producido todavía una educación completa para el trabajo social y la riqueza dista de estar al alcance de las masas mediante el
simple proceso de apropiación…”(2).
Pero incluso escarbando un poquito en los textos
clásicos sobre la experiencia soviética se constataba que esta situación ya la
había enfrentado Lenin en Rusia.
Lenin era defensor de aprovechar la situación revolucionaria en Rusia,
para tomar el poder y “conquistar para sí condiciones no del todo
habituales para el ulterior incremento de la civilización” (3) y enfatizaba
“Para implantar el socialismo -decís-
hace falta cultura. Perfectamente. Pero, entonces ¿por qué no habíamos de crear primero en
nuestro país premisas culturales como la expulsión de los terratenientes y de
capitalistas rusos y, después, iniciar ya el movimiento hacia el socialismo?”(4)
Lenin entendía la situación Rusa como una situación peculiar que no se
correspondía necesariamente con el contexto propuesto por Marx para el triunfo
del socialismo. Es por ello que insiste en la «Inspección Obrera y Campesina»
para impulsar los cambios de un aparato estatal que no responde a las urgencias
de la naciente República Soviética (5), en el trabajo de formación cultural que
había que desarrollar con las masas atrasadas del pueblo (6) y en tomar las
experiencias de avanzada de los países capitalistas. (7)
El Che era un estudioso de la obra de Lenin y de las experiencias de la
construcción socialista en los países del llamado campo socialista, El abordaje
del Che para el caso cubano es similar al de Lenin. Es por ello que el
comandante Guevara hace de la formación de conciencia en la masa
del pueblo el eje central de la actividad ideológica de la revolución
socialista.
En diversos escritos el Che entiende el socialismo como un fenómeno de
conciencia y no solamente un fenómeno de producción, y repite una y otra vez
que no se puede alcanzar el comunismo por la simple acumulación mecánica de
cantidades de productos puestos a
disposición del pueblo. Pero además sostiene que lo que Marx define como el
comunismo, no se puede alcanzar si el hombre no es consciente,
es decir, si no tiene una conciencia nueva frente a la sociedad.
Podemos afirmar que ante condiciones distintas a las previstas para la
construcción del socialismo, tanto en la URSS como en la Cuba de Fidel y el Che
se plantearon el desafío de crear y adaptarse a las circunstancias reales de
cada caso.
Desde luego ni Lenin ni el Che plantearon que el socialismo debería oler
a guayaba o a café, esas son herejías mías, pero con ello quiero graficar la
necesidad de adecuar lo nuestro sin traicionar la ideología. Es decir, tomar lo
esencial del pensamiento socialista y adaptarlo a las realidades y condiciones
objetivas de cada país y el grado de desarrollo subjetivo en que emprende la
construcción de una nueva sociedad.
¿Cuantos de nuestros países, según las propias expresiones de Lenin, no
han alcanzado las cotas de civilización necesarias para el socialismo? ¿Cuantos
de nuestros países viven hoy bajo formas de dominación en las que la propuesta
ideológico/económica del neoliberalismo decreta como fracasadas y muertas las ideas
socialistas?
Probablemente todos, a excepción de Cuba, lo que nos lleva de regreso al
libro que hoy presentamos y reitera la importancia de analizar cada caso para diagnosticar
constantes válidas para todas las experiencias y asimismo el valor de respetar
las especificidades de cada izquierda.
Otra
Izquierda latinoamericana es posible
Para analizar todo el libro que presentamos harían falta muchas horas de
debate.
Por razones de tiempo entonces y para no hablar de autores que no están
en condiciones de responder a nuestras opiniones, abordaré algunos aspectos del
trabajo de Roberto Regalado, porque Cuba es referente obligado del Socialismo
en el Continente y por sus posibilidades de extrapolación a otros casos. Me
referiré también a una parte sustantiva del trabajo de Gilberto López y Rivas.
Cabe reconocer aquí que cuando en los años 70s nos decían marxistas-leninistas
sentíamos la fuerza de los adjetivos como un epíteto. En cambio, cuando nos
decían castristas lo tomábamos como un halago y nos llenaba de orgullo ser
identificados con la inmensa figura de Fidel.
Analizando las etapas dice Regalado (pag 77): “Un tercer elemento acumulativo que ayuda a crear las condiciones para
el cierre de la etapa histórica abierta por la Revolución Cubana, es el hecho
de que todos los movimientos y procesos de orientación popular posteriores a
ella, tanto los de naturaleza reformista como revolucionaria, fueron derrotados
u obligados a aceptar soluciones negociadas que presuponían asumir el
compromiso de funcionar dentro de la institucionalidad democrático burguesa,
sistema político que gran parte de ellos se había propuesto sustituir por un
sistema socialista.
Entre los
factores que inciden en que la teoría de la revolución de Fidel y el Che no
tuvieran el resultado que sus creadores esperaban, resaltan: 1) la violencia
contrarrevolucionaria y contrainsurgente desatada por el imperialismo en sus
dos vertientes, la empleada para bloquear, aislar y estigmatizar a Cuba, y la
utilizada para aniquilar a los movimientos revolucionarios del resto de la
región; 2) las debilidades, errores e insuficiencias de las fuerzas
revolucionarias, incluidas las pugnas que impidieron su unidad; 3) la
extrapolación de la estrategia y la táctica victoriosas en Cuba a naciones con condiciones y
características económicas, políticas y sociales muy diferentes, incluidas las
dimensiones étnica y cultural, y 4) el cambio en la correlación mundial de
fuerzas, que en América Latina repercute a partir de la proclamación de la
política de nueva mentalidad de Mijaíl Gorbachov, en particular, mediante las
presiones que la dirección soviética ejerció sobre el Gobierno Revolucionario
de Nicaragua para que concluyese, a cualquier costo, un acuerdo político que
pusiera fin a la agresión del Imperialismo.
Esta presión
no sólo hizo mella en Nicaragua, sino también tuvo un impacto indirecto que
frenó la ola revolucionaria que apuntaba a promisorios resultados en El
Salvador y, en menor medida, en Guatemala, cuando Centroamérica era el vórtice
de la revolución latinoamericana.”
Por su parte, identificando problemas de la izquierda mexicana, señala López
y Rivas (pags 104 y 105) “1. Vínculos muy
débiles con los movimientos políticos y sociales. Un breve recuento de
acontecimientos que de alguna u otra forma tuvieron una repercusión política
importante en la vida de nuestros países, dan cuenta de la falta de vinculación
con los mismos de los partidos políticos
de esta izquierda institucionalizada. De ninguna manera implica que la
izquierda partidista no actúe durante los conflictos o movilizaciones, pero lo
hace sin un programa organizativo de largo alcance y solo con fines
electorales”.
Y añade más adelante: “3. Esta
llegada al poder de la izquierda partidista la ha circunscrito a una política
electoral antes que a una social y revolucionaria. La corrupción en el
ejercicio del gobierno, en los cargos de elección popular por parte de sectores
de la izquierda partidista, la ha sesgado hacia una política que ha
privilegiado lo electoral en sus matices más populistas y superficiales,
relegando los objetivos históricos la
de la izquierda socialista”.
Si las nuevas generaciones se
liberan del impacto del derrumbe de la URSS y retoman las banderas de la lucha
socialista otra izquierda latinoamericana es posible.
Muchas gracias.
En unas apretadas páginas he procurado resumir la calidad e importancia
de este libro “La Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión
Soviética”, que es una representación fiel de nuestra izquierda. Tiene
coincidencias y discrepancias, tiene aciertos y desaciertos, tiene páginas que
iluminan y otras que no lo logran.
Y no podía ser de otra manera porque así es la izquierda, lo que
demuestra que el libro es representativo. No obstante, si se tiene la
disciplina de avanzar por sus páginas de principio a fin se obtiene una
perspectiva global que demuestra al menos dos cosas:
- Los ideales del Socialismo son
los únicos que podrán dar una solución estructural a las necesidades de la gran
mayoría de los pueblos del Continente
- Si las nuevas generaciones se
liberan del impacto del derrumbe de la URSS y retoman las banderas de la lucha
socialista otra izquierda latinoamericana es posible.
Muchas gracias.
{1} E.
Guevara, «El socialismo y el hombre en Cuba», Obras de 1957-1967, Casa de las
Américas, tomo II, pág. 372.
{2} E.
Guevara, Idem. págs. 376-377.
{3} V.I.
Lenin, Nuestra Revolución, Progreso, Moscú; en Ob.Esc. en tres tomos, tomo III,
pág. 787.
{4} Idem.
pág. 789.
{5} Ver V.I.
Lenin, «Como tenemos que reorganizar la inspección obrera y campesina»,
Progreso, Moscú, tomo III, págs. 790-794.
{6} Véase
V.I. Lenin, «Sobre la cooperación», pág. 784, «Mas vale poco y bueno». pág.
795-797 (Ob.cit. tomo III)
{7} Véase
V.I. Lenin, «Mas vale poco y bueno», Ob.cit., tomo III, pág. 800.